Si nos preguntaran que hay en Barcelona, nuestra respuesta sería: la Sagrada Familia, el Park Güell, la Casa Milà y la Casa Batllò.
Esta es la imagen de Barcelona que todo el mundo conoce.
¿Pero os habéis preguntado alguna vez si la ciudad siempre tuvo este aspecto?
En este apartado, ¡descubriremos que la Barcelona del siglo XX tuvo un aspecto muy diferente de lo que conocemos hoy!
Marco histórico: el Desarrollismo
Entre los años ’60 y ’70 del siglo XX, España y Barcelona también, viven un periodo de prosperidad desde un punto de vista económico, demográfico y urbanístico que se denomina “Desarrollismo”.

De hecho, la apertura del país hacia el extranjero favorece un crecimiento demográfico sin precedentes gracias a la llegada de turistas e inversores que se instalan en la capital catalana. A continuación, asistimos también a la llegada de españoles que dejan la periferia para irse a vivir al centro de la ciudad. En estos años Barcelona intenta promover una imagen positiva, idílica, perfecta, solidaria y tolerante a través de lemas como “Barcelona: ciudad de ferias y congresos”.
Sin embargo, a este escenario de perfección que la dictadura quiere promover, se anteponen aspectos negativos.
El Porciolismo
En 1957 se elige a José María de Porcioles como alcalde de Barcelona, el cual gobernará por cuatro mandatos consecutivos hasta el 1973. Durante el periodo de su alcaldía serán muchos lo daños que provocará a la ciudad a causa de una política urbanística corrupta a través de la especulación inmobiliaria.
Dentro de estos, incluimos el nacimiento del fenómeno del barraquismo, y la degradación del casco antiguo y de la periferia. Ni menos importante es el estado de degrado y abandono que afectaba a las fachadas de los edificios, totalmente abandonadas a su falta de restauración.

Podemos afirmar que Porcioles contribuyó a arruinar y deteriorar el patrimonio artístico y urbano de la ciudad.
El fenómeno del barraquismo es la construcción de una serie de barracas destinadas a colocar los inmigrantes que se encontraban en condiciones de pobreza y degrado. Para intentar remediar al fenómeno del barraquismo se decidió construir una serie de viviendas destinadas a la recolocación de los inmigrantes.
No obstante, esta operación fracasó, ya que las nuevas viviendas estaban muy lejos del centro de la ciudad y estaban desprovistas de servicios esenciales. Volviendo a hablar del estado de abandono que caracterizaba la arquitectura de la ciudad, el ejemplo más emblemático es el de la Casa Milà. La famosa obra de Antoni Gaudí, conocida comunemente como La Pedrera, seguramente no era un orgullo para Barcelona: su fachada era totalmente gris a causa de la polución y el techo tenía un mogollón de antenas de televisión y hilos para tender la ropa.

Sin lugar a duda, ¡se trata de un aspecto muy diferente de lo que estamos acostumbrados a admirar hoy! Para que Barcelona vuelva a tener un aspecto agradable hay que esperar el fin de la dictadura con la muerte de Francisco Franco en 1975, pero sobre todo el 1986.
1986: el año del cambio
El 1986 representa un año de cambios para Barcelona: la ciudad es elegida sede de los Juegos Olímpicos de 1992. Las obras de restructuración empiezan ya en 1979, año de las primeras elecciones democráticas municipales, dado que la política ya no puede ignorar la reclamación del pueblo que quiere un urbanismo más igualitario. Lo que se pone en práctica es un plan de restructuración urbana de la ciudad denominado “Modelo Barcelona” que se compone de dos fases. La primera, de 1979 a 1986, se denomina fase del “urbanismo cualitativo” y tiene como objetivo la recuperación del espacio público de la ciudad.
Se vuelve a incrementar plazas y jardines (eliminados durante el Desarrollismo a causa de una política urbanística que quiso promover una ciudad para el coche y que dejó al lado el viandante), se mejoraron las condiciones del casco antiguo y de los barrios periféricos; finalmente, el ayuntamiento decidió insertar una serie de esculturas en las plazas, en los jardines y en las calles de ambos casco antiguo y periferia para mejorar la calidad que involucraba estas zonas. La segunda fase del Modelo Barcelona, de 1986 a 1992, comprende los años de preparación para la acogida de los Juegos Olímpicos.

Esta fase se denomina “urbanismo estratégico” y tiene el objetivo de realizar grandes infraestructuras como estadios olímpicos, hoteles y viviendas destinadas a albergar los atletas. No podemos dejar al lado la importancia que la organización de un enorme evento como las Olimpiadas tuvo para Barcelona, dado que las obras de restructuración de la ciudad se llevaron al cabo en un periodo mucho más breve con respecto a los tiempos que se requerían sin ellas.
La apertura hacia el mar
La apertura hacia el mar es una de las conquistas más importantes que se alcanzaron gracias al Modelo Barcelona. Hasta mediados de los años ’80, Barcelona era una ciudad que vivía dándole la espalda al Mediterráneo.
De hecho, el litoral estaba ocupado por fábricas en desuso, almacenes, sistemas de depuración y eliminación de la basura, de ahí que solo una pequeña parte de la playa estaba destinada al ocio para los turistas y los barceloneses. Aún más, el litoral ocupaba una posición marginal con respecto a la ciudad, como demostraba la línea ferroviaria que conectaba las dos. La restauración del Moll de la Fausta en el Port Vell y la construcción de la Vila Olímpica en el barrio Poblenou son las intervenciones más significativas de esta operación de regeneración del frente marítimo.
La regeneración del frente marítimo es una operación que se intentó poner en práctica ya en 1965 con el nombre de Plan Ribera, presentado oficialmente a los ciudadanos en 1971 con el título de “Plan del Frente Marítimo Oriental”. Sin embargo, el proyecto fracasó, debido a su natura especulativa y a la crisis.

El Modelo Barcelona es un modelo de desarrollo urbanístico que otras ciudades también tomaron como punto de referencia para su propio desarrollo y es conocido por haber incluido a los ciudadanos (más precisamente 60.000 voluntarios) en las obras de restauración de la ciudad gracias a lemas como “Barcelona, ponte guapa” con el fin de fomentar el sentimiento de orgullo y pertenencia a la capital catalana.
¿Que le pasó a la Casa Milà?
Se limpió la fachada, se despejó el techo y se hizo accesible el espacio interno que hoy es un polo cultural.
Finalmente, no cabe duda que los Juegos Olímpicos de 1992 marcan un antes y después en la historia y en el aspecto de Barcelona.
di Irene della Siega